” Prometo acatar la Constitución, así como lo dispuesto en el Estatuto General de la Abogacía Española y en el Estatuto del Ilustre Colegio de Abogados que me corresponda; e, igualmente, ejercer la profesión de Abogado con fidelidad a las Normas Deontológicas que la regulan”

  Compañeros y compañeras, ¿recordáis aun esta promesa? Antes de dedicarnos a la abogacía quienes pasamos por BUP descubrimos allí la Filosofía para encontrarla de nuevo en la Facultad de Derecho. Prometimos y nos comprometimos en nuestros Colegios Profesionales con la Deontología en el marco de la justicia social y desde nuestra independencia profesional iniciamos nuestro trabajo como abogadas y abogados. Cosa distinta es lo que ha ocurrido con esas buenas intenciones, especialmente para quienes ahora cruzamos nuestro ecuador profesional. Hay algo que no funciona en este modelo y cuesta reconocerlo.

Nos olvidamos del arte de la práctica jurídica reflexiva

Por una parte, dejamos las maquinas de escribir y los servicios postales a un lado y nos olvidamos del arte de la práctica jurídica reflexiva. Arte que aprendimos de abogadas y abogados dictándonos sus demandas y contratos a viva voce. Por otra parte nos dejamos adoctrinar por el despacho anglosajón con sus business plan, timesheet, imagen corporativa y la tiranía de una productividad que atendiendo sólo a la facturación nos convirtió en meras unidades de negocio. Creímos que mas importante que ser buenos abogados era ser socios de un despacho, y no digo socias porque aunque haberlas haylas se ven muy poco; y así la Justicia a que aspirábamos y la Igualdad con quienes trabajábamos fueron cayendo en desuso.

Nuestra responsabilidad y la independencia profesional se encuentran en tela de juicio

Y por todo esto no sólo la vigencia y validez de la Deontología, sino, y sobre todo, nuestra responsabilidad social y la independencia profesional se encuentran definitivamente en tela de juicio, por no decir en jaque mate. Pero somos ya muchas y muchos cuestionando este modelo. Así, en un foro de la abogacía anglosajona circula en estos días un artículo de The Huffington Post titulado “Cinco cosas que no debes a tu jefe”, que por cierto son seis, y que tampoco le debemos a nuestro despacho. Reconozco que es muy difícil sacar tiempo en los días que corren para leer o escribir pero es fundamental que, al menos, pensemos sobre el modelo de practica jurídica donde queremos pasar los años que nos quedan y, sobre todo, el modelo que queremos dejar a quienes nos siguen. Si de Deontología y buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, el pacto con el diablo se sella al olvidar nuestros valores y principios. 1.- Salud: Entregamos nuestras horas de sueño y paz mental a cambio de una pretendida seguridad que hipotéticamente nos dan una clientela o el despacho, pero que curiosamente sólo nosotras y nosotros estamos en condición de darnos. 2.- Familia: Olvidamos conciliar el tiempo de nuestras parejas y familias con el que nos marca el despacho y en lugar de en tiempo de calidad, acabamos pensando en unidades de tiempo facturables. 3.- Cordura: Perdemos el sentido de la realidad y, con él, nuestra cordura al sumergirnos en la locura de tensiones, ansiedad y demandas del despacho que parecen convertirse en la única realidad. 4.- Identidad: No ya seres humanos, el problema es que ni siquiera somos abogadas o abogados. Nos hemos convertido en soci@s, asociad@s, miembr@s de un despacho o, en el mejor de los casos, especialistas de una rama del Derecho. 5.- Contactos: Nuestras redes, parte del acervo profesional que depende absolutamente de quienes somos, se acaban convirtiendo en una cartera de la que ni siquiera podemos disponer. 6.- Integridad: El día que aceptamos aquella causa de la que no estabamos convencidos, cuando cambiamos nuestro criterio profesional por exigencias del guión, cuando ocultamos nuestra orientación sexual, religiosa o política por miedo, o el día que nos pusimos un uniforme corporativo que nos hacía sentir incomodas, comenzamos a debilitarnos moralmente y perdimos nuestra libertad hasta el punto de llegar a definir la Justicia en color gris, eliminando los hermosos contornos del blanco y del negro. Pero aún nos queda vida y carrera por delante, un segundo tiempo que podemos jugar y como decía John Lenon en Imagine

“You may say I’m a dreamer But I’m not the only one I hope someday you will join us And the world will be as one “

Como tú, somos muchas y muchos dispuestos a romper el pacto con el diablo y trabajando para cambiar el modelo de despacho que no funciona. Esperamos tus comentarios y sobre todo tus sugerencias con verdadero interés. Este artículo fué publicado anteriormente en el blog del autor

Leon F. Del Canto

León Fernando del Canto (Zamora, 1967) es un pensador internacionalista que ejerce como barrister (abogado) en Londres.