Encuentra aquí el artículo publicado originalmente en Confilegal el 12/07/2020.

En la abogacía nos enfrentamos a una profunda crisis, y por negar los problemas, seguimos desperdiciando un tiempo valiosísimo que ya se nos está acabando.

La abogacía independiente sigue estando ausente en casi todas las mesas de debate que merecen la pena.

Los Colegios (Madrid y Barcelona en particular) y el Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) no entienden la problemática de la abogacía independiente, y parecen estar dedicados a representarse a sí mismos y a los grandes despachos.

Así, las posiciones críticas de asociaciones como ALA, Red de Abogados y Abogadas, ALTODO, AJA, etcétera, no parecen incluirse en los debates, y mucho menos en las iniciativas legislativas y presupuestarias que verdaderamente importan e impactan a la abogacía independiente.

Parece que el Ministerio de Justicia y el Consejo General del Poder Judicial gustan de compartir «webinars» y mesas con el CGAE y los dos grandes Colegios.

Mesas a las que siempre se adhieren, como en una banda de mariachis bien avenidos, los 2 o 3 catedráticos, hombres, de rigor y el Garrigues o Uría de turno.

La abogacía independiente, la profesión del foro por excelencia, la que constituye el 95 % de la profesión, no está incluida.

Como consecuencia, las asociaciones que la representan se sienten ninguneadas y acaban enfrentadas con los Colegios, que se supone deberían representarnos a todas y todos.

Quienes vivimos ajenos a Colegios y Asociaciones, nos hemos dado cuenta que no hacer nada, no hablar, no votar, no asociarnos o no participar, no puede seguir siendo una opción. 

Necesitamos dedicar tiempo a la reflexión crítica sobre la abogacía independiente y sobre todo a los diálogos productivos sobre una institución y profesión cada vez más disfuncional; donde nos va la vida.

Podemos seguir negando el diálogo sobre esta crisis por un tiempo, no se cuanto. Pero lo que sí sé es que los proveedores alternativos de servicios jurídicos y las grandes firmas de abogados sí están avanzando.

Su agenda de negocios está clara; además, les importa poco la abogacía independiente y lo peor de todo, es que los Colegios y el CGAE parecen estar a su servicio.

LA ABOGACÍA TIENE QUE DIALOGAR SOBRE SÍ MISMA

Partamos de la base de que existe un gran número de  ideas en relación a lo que tendría que ser o hacer la abogacía.

Parecería por la cantidad de debates en las juntas de gobierno de Colegios y Asociaciones, los mensajes que recibimos en «telegram», «whatsapp» y lo que escribimos en «twitter», que nunca hemos dialogado tanto como en la actualidad.

Pero la realidad es que nuestros intercambios de ideas ocurren a un nivel muy superficial y demasiado rápido.

Hay poca profundidad y sobre todo poco tiempo para una reflexión propositiva, mientras sigue quedando todo lo importante por hacer. Eso no es diálogo.

Dialogar tampoco es el intercambio de ideas entre quienes piensan igual; eso no pasa de la mera conversación.

Y aunque es la diversidad, precisamente, el requisito fundamental para un diálogo productivo, seguimos echando en falta el necesario tiempo y espacio.

Aunque respetuoso y civilizado, el diálogo, si queremos que sea productivo, ni puede obviar el debate crítico, ni ha de temer el desacuerdo o la confrontación.

Estar de acuerdo en estar en desacuerdo es un requisito del diálogo.

Igualmente, en una cultura tan habladora como la nuestra, en la abogacía tendríamos que acordar un método que facilite un diálogo productivo y eficiente.

Es un hecho, que salvo en muy contados foros, la abogacía en España ha perdido la capacidad de diálogo que tuvo desde el Siglo XIX hasta la Segunda República.

Parece que la tradición liberal (que no neoliberal) entendió la abogacía como un verdadero contrapoder, algo que echamos hoy profundamente en falta.

Quizás, en una sociedad donde tantos colectivos han aprendido las herramientas de la participación y la inclusión a través del diálogo, la abogacía haría bien dedicándose un poco más a estos menesteres, dedicándose, en definitiva, un tiempo a sí misma.

COMENCEMOS CON LOS TEMAS QUE NOS PREOCUPAN Y EMPECEMOS EL DIÁLOGO

El diálogo más rico es donde mayor diversidad existe. Pero para que un diálogo sea productivo, el tema tiene que estar centrado y ha de ser relevante para las partes.

Existen muchas formas de centrar un tema, y comenzar un diálogo, y para no perder fuelle, se me ocurren algunos temas, como por ejemplo:

  • Debatir abiertamente porque la gran mayoría de colegiados y colegiadas no participan ni se sienten incluidos en los colegios.
  • Cómo dar voz real a la abogacía independiente, la mayoritaria, y a sus Asociaciones, no sólo en los Colegios y CGAE, sino en las reformas legales y procesales.
  • Estudiar la abogacía como profesión e institución en lugar de insistir en un master y examen de acceso que, además de limitar el acceso a la profesión, pierde de vista lo que realmente necesita nuestra sociedad
  • Evaluar el impacto de la crisis en la igualdad entre mujeres y hombres en la abogacía.
  • Revisar el pago de cuotas colegiales a quienes han visto reducido sus ingresos.
  • Dejar de hablar de memeces legales y eliminar el uso del lenguaje de las páginas salmón, donde el tamaño parece ser lo único que importa.
  • Eliminar los gastos relativos a premios, placas, cenas y boatos, cuando muchas compañeras y compañeros no llegan a final de mes.
  • Evitar hablar de progreso tecnológico en los despachos hasta que nuestros juzgados estén equipados para procesar nuestros escritos en «Word» y nuestros colegios implementen el voto electrónico.
  • Quitar el micrófono a los grandes despachos en los eventos que paga la abogacía; ellos tienen fondos suficientes para darse autobombo
  • Fortalecer la justicia gratuita y la asistencia letrada en unas condiciones dignas.
  • Negociar con el ICO y los bancos lineas de crédito y ayudas para el sector.

Etcétera…. (continuará).

Leon F. Del Canto

León Fernando del Canto (Zamora, 1967) es un pensador internacionalista que ejerce como barrister (abogado) en Londres.