Calzando un 42 gustaba llevar zapatos dos números mas pequeños. Me confesó que harto de la presión en casa, trabajo, hipotecas, M30 y hasta de la consulta del médico, esos zapatos apretados era lo único que le otorgaba cierta sensación de libertad al llegar a casa. Nada comparable a la liberación de quitarse los zapatos y dejar de sentir el dolor de pies. ¿Exagerado? Quizá no tanto. Nos encontramos demasiada gente viviendo bajo la presión de una vida que no quieren. Un esfuerzo constante y una dedicación absoluta a una meta que no es suya y que saben positivamente que no les traerá satisfacción alguna. Pero al dejar de creer en nuestra vida cotidiana nos vemos obligados a buscar alternativas. Emigramos, nos divorciamos, cambiamos de profesión, nos convertimos a alguna filosofía oriental, adoptamos el escepticismo o creamos una realidad (ficción) virtual en que sumergirnos. Dos números menos de zapatos quizá sea muy extremo, pero no se yo. A mi me relaja ir semanalmente al barbero, a esos de navaja, a los de antes. La charla distendida, esas toallas calientes en la cara y las palmadas con agua de colonia me hacen sentir bien. Nuestros abuelos lo hacían pero nuestros padres dejaron de hacerlo y a lo mejor por eso desarrollaron hipertensión. Ay esa bendita relajación, descanso tan necesario. Liberación precisa. Terapia de navaja. Mientras tengo la cara llena de espuma y antes de afeitarme el bigote pienso en el tema del gran Freddie Mercury “I want to Break Free” y su ambivalente presentacion de genero invitando a la liberación ¿Quien no quiere liberarse de la presión de la vida cotidiana? Presión que afecta igualmente a hombres y mujeres, aunque a la mujer le pese el doble. Y le pesa el doble no porque aguante menos, sino porque lleva el doble de carga. Su situación desigual ejerce una presión constante desde el mismo momento en que despierta por la mañana. La insoportable levedad del ser de la que algún hombre habló, se convierte para la mujer en una insoportable pesadez demasiadas veces. El barbero ha terminado ya de pasar la navaja y me inunda una agradable sensación de bienestar. Me pienso hombre y me pienso libre. Y pienso en las mujeres de mi vida, visibles e invisibles, y sinceramente les deseo idéntica libertad. Tendríamos todas y todos que dejar de usar zapatos pequeños. No necesariamente acudir a la terapia de navaja pero sí invitarnos y ayudarnos mutuamente a experimentar la levedad del ser, la ingravidez de la liberación.

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Leon F. Del Canto

León Fernando del Canto (Zamora, 1967) es un pensador internacionalista que ejerce como barrister (abogado) en Londres.